domingo, 27 de abril de 2014

El pueblo premonitorio

Hace unos días cayó en mis manos un artículo sobre la civilización de Rapa Nui, o la isla de Pascua, que hablaba de su extinción. Sostenía el autor que dicha civilización se había extinguido por esquilmar los recursos naturales de la isla, otrora frondosa de bosques y rica en recursos, hasta cargarse el último árbol.

Por otro lado, una investigación llevada a cabo por el periodista Alan Weisman titulado La cuenta atrás, dice que el censo mundial crece en un millón de personas cada cuatro días y que ya se están utilizando todas las tierras cultivables para alimentar a la humanidad, y que si a todo ello se añade la próspera y galopante clase media asiática, habrá que duplicar la producción de alimentos.



Hay otros expertos como Akihito Matsutani que sostienen que la economía puede ser viable con una población decreciente, y aduce, además, que los economistas no cuentan toda la verdad y evitan decir que «cuantos más trabajadores compitan en el mercado laboral, menor será su salario»

Todo esto fue lo que llamó mi atención alimentando por algunos segundos mi ego galopante porque, hombre, no es que uno sea un prodigio de la novela de anticipación ni guarde cromosomas del Oráculo de Delfos, pero me hizo meditar porque, mira por donde, en un relato de ciencia ficción que escribí hace algún tiempo titulado «El Plan», sostengo que el fin de nuestra civilización será por causa del excesivo aumento demográfico frente a la disminución paulatina de los recursos, precisamente. No, no temáis porque no fue invención mía ni mucho menos, sino que, para ello, me basé en las ‘predicciones’ de Thomas Malthus aunque a mi amigo Mariano no le guste porque dice que antepongo sus dotes de visionario al de economista y clérigo. Mantiene mi amigo, que Malthus fue ante todo un economista y es verdad, pero este tipo dijo muy cargado de razón que « Mientras los recursos naturales son finitos, la demografía aumenta a ritmo acelerado» y de esto hace ya doscientos años. En dicho relato, que está en este mismo blog (2011. Noviembre), por si alguien no tiene nada mejor que hacer y opta por ‘ojetearlo’, hablo incluso de granjas destinadas al suicidio colectivo, que el gobierno imperante entonces, inducía subliminal y caritativamente para aliviar el tránsito hacia la otra vida con la finalidad de contribuir a un crecimiento humano sostenible. Ahí es nada.

Perdida en medio del Pacífico y a más de 3000  Km. de la próxima tierra habitada, Rapa nui es célebre por los moais, unas estatuas colosales construidas inexplicablemente, así como por el arte rupestre más rico del océano. Sufrió una crisis demográfica que terminó arrasando los recursos naturales y provocando la guerra entre sus tribus hasta su aniquilación. El primer autor que menciono, y que despertó en mí el interés por el tema, cree ver un paralelismo con la sociedad actual, que de alguna manera va camino también de cargarse el último árbol.



Recientemente, y esto ya si que es casualidad, pues, parece que hay una corriente de opinión en este sentido, el eminente científico Stephen Hawking ha declarado que «O el hombre coloniza en los próximos cien años el espacio exterior o desaparecerá» y un informe reciente de la ONU, vaticina que la escasez de recursos provocará guerras y disturbios a nivel mundial. Y esto ya son palabras mayores porque corresponden a arúspices sesudos y serios del tema que nos concierne.

Pero no hay que preocuparse porque aún quedan muchos años para que la predicción, tanto de Hawking como la de todos los otros, se cumpla. Ya se sabe que si la responsabilidad hemos de dividirla entre todos, toca a muy poco y, por tanto, se difumina hasta casi desaparecer. Lo malo es que ese ‘difumino’ sea igual que el empleado para el último árbol de Rapa nui. Desde luego, lo de apuntarme a Greenpeace empieza a tomar forma.

f. Cervantes gil. 

1 comentario:

  1. Excelente amigo Cervantes, excelente y pesimista como corresponde a quien ha vivido intensamente la vida. Permíteme alguna apostilla brevísima a tu artículo. Malthus fue, por decirlo de alguna forma, un hijo ilegítimo de la Ilustración; el profeta del catastrofismo demográfico, que puso en duda el crecimiento permanente de los recursos al alcance de los hombres. De manera que, predicó la necesidad del control estricto del salario de los trabajadores para evitar su desproporcionada reproducción. (¡!) Y no tuvo empacho en afirmar que sobra el individuo llegado al mundo, ya ocupado, en el que no hay lugar ni alimento para sustentarle: “En el gran banquete de la naturaleza no hay cubierto para él, la naturaleza le exigirá que se vaya, y ella misma se ocupará de ejecutar la orden”. (¡!)
    Mariano Martín S.E

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